Recorrido gastronómico por Yucatán
Gastronomía & Vinos - Gastronomía


Desde Playa del Carmen a Mérida(México)




“Ay nené quiero ir a Yucatán! Vamos a comer delicioso” Me dijo Natica, cuando le conté mi idea de celebrar mis 32 años en algún lugar distinto, algo lejos pero no tanto, de mi ciudad, Playa del Carmen. Por lo que, con mi amiga colombiana, y nuestros amigos Juan, de España y Patricio, de Argentina, emprendimos una escapadita a Yucatán, con el simple propósito de celebrar probando algunos platillos llenos de historia de la gastronomía Yucateca.


























A mediodía del domingo 31 de Enero, salimos de Playa en un carro rentado, y tomamos la ruta de Cuota que nos lleva desde Playa del Carmen a Mérida en algo menos de 3 horas. Llegando a la frontera interestatal, nos pararon los policías fronterizos a hacer una revisión de rutina; la policía de Yucatán tiene la fama de ser sumamente meticulosa en cuanto a los controles viales, sanitarios y antinarcóticos en sus calles y rutas, por lo que, una vez que revisaron nuestro carro y equipajes, nos dieron la amable bienvenida a su estado.



Nuestra primera parada fue en Valladolid, considerado uno de los Pueblos Mágicos del sur de México, por sus tradiciones y su hermosa arquitectura colonial. ¿Dónde comer?, no teníamos ni idea, no habíamos googleado casi nada, así que evitamos restaurantes y fuimos directo al mercadito que estaba frente a la plaza principal, Francisco Canton. Apenas entrando, los señores de cada puesto comenzaron a llamarnos, recitando sus menus, aleteando con las cartas en la mano “¡Pase por aquí caballero! Tenemos Salbutes, Panuchos, tacos de cochinita… ¡Señoritas, bienvenidas! Les ofrecemos tortas de pollo al pibil, Poc chuc, aguas frescas de piña, guayaba…”


El patio gastronómico es como un galpón amplio, con vistas a la plaza y varias entradas. Fuimos hasta el final, a la “Lonchería El Amigo Casiano”, donde ordenamos panuchos y salbutes, y un litro de jugo de naranja y piña para cada uno. ¿Qué es un panucho? Es básicamente una tortilla rellena de frijol negro colado, frita, y arriba se le coloca pollo deshebrado, o cochinita, con cebollitas encurtidas, tomate y salsa de chile habanero a gusto y valentía. ¿Qué es un salbute?, prácticamente lo mismo, solo que la tortilla no esta rellena y esta frita en grasa o aceite caliente y queda como infladita.


Terminamos de almorzar, y ahora sí, con el corazón contento, seguimos camino hacia Mérida.




Mérida es la capital de Yucatán, una ciudad vibrante, llena de historia con una gran herencia Maya y colonial. Elegimos un hotel bueno, bonito y barato, ubicado perfectamente al lado del parque de Santa Lucía, en el centro de la ciudad uno de los más bonitos por sus amplias galerías coloniales donde se puede disfrutar de diversas alternativas gastronómicas, mientras los músicos y bailarines ofrecen sus espectáculos en la plaza.

Dentro de las opciones, hay un restaurante estilo argentino, una chocolatería, un bistró fusión, una trattoria italiana, y una casa de hamburguesas hípsters. Teníamos en mente ir a “Malahat”, un bar speak easy, que -lamentablemente, por ser Domingo, estaba cerrado-, por lo que brindamos con unas copas de vino en Avec Amour, y luego fuimos por las burguers de Bryan’s Burger Bar.


A la mañana siguiente, Juan vino emocionado a contarnos que el Museo de Gastronomía Yucateca también estaba a unas pocas cuadras y tenía un restaurante, entonces hicimos una reserva para esa misma noche, y luego caminamos en busca del desayuno. Vagamos un rato por las calles, y nos encontramos con una ciudad completamente cerrada. Ya llevamos 10 meses de pandemia, las cosas no nos parecían tan dramáticas, pero ese Lunes, parecía pleno Mayo 2020. Llegamos casi por accidente al Parque Santa Ana, donde habían varios puestos de comida con la misma modalidad que habíamos visto en Valladolid: efusivos vendedores agitaban sus menus para invitarnos a probar sus clásicas creaciones. Natica y Juan ordenaron huevos motuleños, servidos con arroz y una buena porción de Plátano macho, Patricio y yo fuimos por los Papatzules, una sencilla receta prehispánica que consiste en tortillas de maíz rellenas con huevo duro picado, bañados en una salsa cremosa de pepitas de calabaza, llamada Sikil Pak, y salsa roja.





Me inspiró ternura ver a los vendedores ambulantes, con sus atuendos típicos; un señor mayor nos ofrecía un CD de música hecha por sus amigos (¿Sabrá que ya casi nadie escucha CDs?), otra señora vendía vestidos y cubrebocas de lino, la misma tela con las que hacen sus guayaberas, y otro caballero traía una bandeja enorme llenas de dulces típicos: ates de distintas frutas, barritas de coco, cañoncitos de crema tipo pastelera, bolitas de tamarindo y chile, merengues caseros. Obviamente caímos bajo sus encantos. Mientras degustábamos los dulces le preguntamos, con una preocupación bastante honesta, por qué seguía todo tan cerrado, a lo que respondió “Es Feriado”.





Entonces, ¿Qué hacíamos el resto del día? Tomamos la ruta 261. Dos opciones; Uxmal o Celestún.


Uxmal es una de las Ruinas Mayas más imponentes, y -curiosamente- no tan explotada Turísticamente como Chichen Itza y su 7ma maravilla del mundo, la pirámide de Kukulkán.


Celestún, por otro lado, está casi al límite con Campeche y es una reserva natural que tiene como principal atracción, un bellísimo lago donde se pueden avistar flamencos.


Investigamos horarios, precios y distancias, y nos decidimos por la segunda opción. Uxmal me queda pendiente (Siempre digo que lo bueno de que queden atracciones pendientes, es que, si se quiere, se puede usar como excusa para regresar).


A decir verdad… Celestún no fue mi paseo favorito. Quizás porque el día estaba nublado y había un viento terrible. Quizás porque no alcanzamos a bajar del auto y los lancheros se nos abalanzaron para vendernos un tour por la laguna al que fueron bajando de precio insistentemente ante nuestra negativa, o quizás fue que no me pareció lo suficientemente “Auténtico”. Es un lugar que no debe tener más de 20 cuadras, parece un pueblo pesquero, sencillo. Pero los 3 o 4 restaurantes y bares por los que pasamos tienen los mismos precios y productos que la 5ta Avenida de Playa del Carmen, solo que con un servicio desinteresado. No se como explicar mis sentimientos encontrados para con Celestún… Quizás me decepcionó que estando en un lugar tan alejado de todo, no llegara a sentir esa identidad de pueblo. Quizás la esconden para ellos, y a los de afuera nos tratan de “Gringous” …eso espero.




De regreso en Mérida, nos alistamos y llegamos a nuestra reserva en el restaurante del Museo de la Gastronomía Yucateca. El mismo se encuentra en una casona antigua, en el patio central funciona el restaurante y el las habitaciones está dispuesto el museo. Con una copa de vino en mano, fuimos recorriendo las distintas salas donde se pueden ver utensilios que utilizaban los antiguos Mayas para la conservación, preparación y consumo de sus alimentos. También nos permitieron acceder al patio, donde hay varias salas que parecen “chozas”, y cada una esta dedicada a un producto específico, como los frijoles, las calabazas o el maíz. En ese mismo patio, fuera de pandemia, se abre un pib, un pozo en el suelo, en donde se cocinan los alimentos, como la cochinita, con maderas y piedras, de manera tradicional.


Nos sentamos en el patio, cerca de las galerías, y ordenamos un poco de cada platillo regional: salbutes, panuchos, longaniza de Valladolid, poc chuc (que es una especie de “asado”), empanadas de queso de bola, y los famosos tacos de Cochinita Pibil con su cebollita encurtida. Este ultimo es un platillo que siempre me ha gustado, y de lo que más extraño ahora que, hace casi 2 años, evito comer carne de res y de cerdo. Hace poco aprendí que la Cochinita Pibil, hecha de manera tradicional, se hace con carne de Cerdo pelón, una especie de cerdito que tiene denominación de Origen en Yucatán, y requiere cuidados y alimentación especiales, lo que hace que estos animales tengan una vida de mucha mayor calidad que los cerditos industriales. A demás, al preparar la Cochinita Pibil tradicionalmente se utilizan todas las partes del animal y frutas y especias regionales, como la naranja agria y el axiote, lo que hace que esta comida pueda ser realmente sustentable.





A la mañana siguiente, y luego del tremendo banquete de la noche anterior, decidí que no podíamos irnos de Mérida sin pasar por La Chaya Maya, que estaba ubicada exactamente… en frente de nuestro hotel. Las tres veces que he ido a Mérida, he ido a esta antigua casona transformada en restaurante, y las tres veces me he encontrado el mismo escenario: Afuera, un grupo de chicas chiapanecas vendiendo artesanías y vestimentas típicas del sur de México, en la puerta, una señora sentada tras un inmenso comal haciendo tortillas a mano, y adentro, comida deliciosa y el servicio atento de señoras bien vestidas. El menú es una fusión perfecta de comida colonial y peninsular, pero la verdad, nos esperaba un viaje de 3 horas, por lo que aceptamos la sugerencia de la mesera: Café, huevos revueltos con chaya, frutas de estación y un pancito de concha. Simple y delicioso.


Desayuno en La Chaya Maya


Volvimos a Playa del Carmen, felices con nuestra escapada a “La Republica Hermana”, con la pancita llena, el celu cargado de fotos, y el corazón contento… tomando mate en la ruta, por supuesto.


Referencias:


Parque Francisco Cantón, Valladolid: Calle 41 204A, Centro, Valladolid, Yuc.

Parque Santa Lucia, Mérida: Calles 55 y Calle 60, Centro Histórico, Merida, Yuc.

Hotel Gran Centenario: Calle 55 entre Calles 62 y 60, Centro Histórico, Merida, Yuc.

Museo de la Gastronomía Maya: Calle 62 #466 x 55 y 57, Centro Histórico, Mérida, Yuc.

La Chaya Maya: Calle 55 x 60 y 62, Centro Mérida, Yuc.


Texto y fotos: Barbie Gomez Rainieri